Si tenemos en cuenta que la idea de ‘diversidad’ hace alusión a la variedad, la pluralidad y la abundancia, deberíamos celebrar la existencia de ella en distintos aspectos de la vida y áreas de trabajo o estudio. Aunque este término derivado del latín también está vinculado a las diferencias y desigualdades, no hay razones para encontrar en estas definiciones cuestiones negativas: al haber numerosas alternativas, uno puede elegir mejor lo que desea para sí mismo.

Aceptar la diversidad sexual, por ejemplo, es un buen paso para respetar a todas las personas independientemente de la decisión personal sobre cómo desarrollar su vida íntima y su orientación sexual. Así, entonces, se logra una convivencia armónica entre heterosexuales, bisexuales y homosexuales.

Tampoco a nivel cultural somos todos iguales: hay diversidad. Esta variedad incluye diversidad en relación al lenguaje, a las preferencias artísticas, al nivel educativo, a los estilos de vida, a las costumbres y a las creencias religiosas, entre otras temáticas que marcan la identidad cultural de alguien.

También es interesante tener presente que, en nuestro planeta, existe una valiosa diversidad biológica ya que somos muchas las especies que poblamos la Tierra y tenemos a disposición múltiples ecosistemas. En relación a este punto, no se puede dejar de hacer foco en la diversidad ecológica.

Al profundizar en los alcances de esta noción, no tardamos en reconocer además a la diversidad lingüística, a la diversidad de código, a la diversidad celular, a la diversidad de opiniones, a la diversidad generacional y a la diversidad tecnológica, por indicar otras posibilidades a modo de referencia.