Son bellos, de andar elegante y figura impactante. Algunos se destinan a realizar cabalgatas; otros se reservan para deportes ecuestres como la equitación, el pato y el polo y, lamentablemente, también hay casos en los cuales se los hace trabajar y vivir en condiciones inapropiadas. Como el título de este artículo lo adelanta, en esta oportunidad vamos a sumergirnos en el mundo de los caballos, una familia de mamíferos compuesta por distintas clases de ejemplares.

Pese a la oposición de numerosas agrupaciones que defienden los derechos de los animales, existe el caballo de tiro, tal como se conoce a los que se aprovechan para movilizar maquinarias pesadas, transportar mercancías, llevar a cabo actividades forestales que exigen esfuerzo y fuerza, etc.

También, como indicamos líneas arriba, hay caballos de carreras (los cuales participan en disciplinas deportivas) y caballos de rejoneo (actividad realizada por un torero montado sobre un caballo que enfrenta a un toro).

De ser un ejemplar criado para montar yeguas, señalan quienes se especializan en caballos, recibe la denominación de caballo padre, mientras que aquel que incita (provoca) a las yeguas se conoce como caballo recelador.

Más allá de estas categorías, existen otras clasificaciones que demuestran la variedad que existe dentro de esta especie y la diversidad de uso del término. Así, entonces, podremos agregar como alternativas al caballo de batalla (el reservado para el día del combate por ser el más poderoso y habilidoso), al caballo albardón, al caballo aguililla, al caballo garrano, al caballo zaino y al caballo cimarrón, entre otras. Respecto a la expresión “caballo de mar” es interesante tener en cuenta que se trata de un pez también bautizado como hipocampo que recibe su nombre por la similitud que se advierte entre su cabeza y la de los caballos tradicionales.