A lo largo de la vida enfrentamos diversas situaciones difíciles y compartimos alegrías en compañía de distintas clases de amigos. Si bien todas las personas con las cuales mantenemos un vínculo de amistad pueden ser consideradas amigas, este lazo tiene particularidades según cómo surja y se desarrolle la cercanía y el afecto.
Si analizamos nuestra propia realidad, podremos diferenciar a grandes rasgos a los amigos de la infancia (aquellos que conocemos desde temprana edad), a los amigos del barrio (los vecinos con los cuales tenemos trato cercano y un cariño mutuo), a los amigos íntimos (los más allegados a nosotros) y a los amigos del colegio. Según la edad y los hábitos de cada uno, podremos sumar como alternativas a los amigos dentro del trabajo (cuando surgen amistades en el entorno laboral), a los amigos de la universidad o facultad y a los amigos del club.
Hay un juego grupal, además, que consiste en poner en papel los nombres de los participantes para que cada uno, sin mirar, elija a uno. A él deberá obsequiarle algo y quien lo reciba debe tratar de adivinar quién le hizo el regalo. Se llama “amigo invisible”. Esta frase, asimismo, se aprovecha para describir a los “amigos imaginarios” de los más pequeños de la familia, quienes en muchas circunstancias aseguran jugar y charlar con seres de fantasía.
La idea de “amigos con derecho a roce”, por su parte, refiere a los vínculos que trascienden la amistad a partir de contactos íntimos pero sin llegar a la formalidad de un noviazgo o relación estable.