Se conoce como vandalismo al acto de destruir y arruinar lugares, monumentos, propiedades de manera intencionada. También se pueden registrar daños (que según su alcance y repercusión pueden llegar a ser irreparables) en sitios y contenidos de Internet: en este caso, se hace referencia al vandalismo cibernético, una modalidad que apunta a perjudicar páginas a través de hackeos para publicar leyendas inapropiadas y bloquear accesos a información, entre otras opciones.

La edad de quien o quienes llevan adelante estos tipos de hechos violentos también influye en la denominación, ya que se puede hablar por ejemplo de vandalismo infantil, vandalismo juvenil, etc.

Las motivaciones, por otra parte, dan lugar a categorizaciones como las de vandalismo adquisitivo (en la mayoría de los casos, además de roturas y destrozos hay robos para apropiarse de distintas clases de bienes, como indumentaria, electrodomésticos, joyas); vandalismo perverso (se actúa por el placer de romper espacios públicos, de ahí que los ataques se dirijan a bancos de plaza, juegos infantiles); vandalismo lúdico (se desarrolla bajo la modalidad de competencia, para llamar la atención de alguien); vandalismo vengativo (las acciones destructivas están impulsadas por un deseo de venganza concreto hacia una o varias personas); vandalismo ideológico (para amedrentar, anular o atemorizar a alguien que piensa distinto, de ahí que haya graffitis agresivos o difamatorios, incendios intencionados, amenazas de bomba) y vandalismo táctico (llevado a cabo como estrategia para llamar la atención y lograr que no pase desapercibida su figura, como ocurre cuando alguien que está privado de la libertad genera daños materiales en la prisión).