En 2011 el mundo quedó conmocionado por la tragedia que vivió Japón al ser afectado por un terremoto y un tsunami. Una gran cantidad de pérdidas humanas e importantes destrucciones materiales fueron las consecuencias de estos fenómenos en aquella oportunidad. Algunos años antes, Indonesia había sido centro de una catástrofe similar por el terremoto de Sumatra-Andamán, fenómeno que provocó tsunamis demoledores en las costas de los países cercanos al océano Índico.
Resulta difícil no recordar estos lamentables episodios cada vez que alguien hace referencia a los tsunamis, pero hoy abordaremos el tema para explicar que hay distintas variedades de olas gigantes originadas a partir de erupciones volcánicas en las profundidades oceánicas, desplazamientos de sedimentos o tierras o maremotos.
Es posible marcar diferencias, por ejemplo, entre los tsunamis tectónicos (que se caracterizan por tener, en aguas profundas, una altura de onda cercana al metro pero longitudes de onda que pueden alcanzar más de cien kilómetros), los tsunamis de origen volcánico y los denominados megatsunamis (los más poderosos, ya que contienen una gran fuerza energética, se trasladan por el océano a una velocidad extraordinaria, alcanzan alturas muy elevadas y llegan a romper a varios kilómetros tierra adentro). En relación a la aparición de estos tsunamis mencionados en último lugar es interesante señalar que pueden desencadenarse por erupciones, desprendimientos o hasta por el impacto causado por la caída de un meteorito.
Otro dato que vale la pena destacar es que el mayor porcentaje de tsunamis (independientemente de su clasificación y origen) ocurre en el Océano Pacífico.