Cuando, en idioma español, queremos hacer referencia a una conmoción o describir una situación de impacto o sobresalto, usualmente aprovechamos el concepto de shock. Esta palabra, de origen inglés, se traduce como choque y tiene diversas aplicaciones prácticas en nuestra lengua.
En Medicina, por ejemplo, es frecuente apelar a expresiones como shock circulatorio, shock hemorrágico o shock séptico para hacer alusión a cuadros que exigen atención profesional inmediata y que, por lo tanto, representan emergencias. También suele adquirir relevancia en este marco la noción de “shock room”, tal como se define a la sala de reanimación de un centro médico u hospital. Asimismo, puede ocurrir que los médicos diagnostiquen el síndrome del shock tóxico si, tras analizar síntomas y realizar estudios, se advierte en el paciente una infección provocada por una toxina de procedencia bacteriana.
En la vida cotidiana, como sabrán muchos de ustedes, se suele hablar de “estado de shock” al indicar cómo está alguien que ha protagonizado o se ha visto involucrado en una situación límite, una tragedia o un momento de mucho estrés. Por ejemplo: “Encontraron en estado de shock al único sobreviviente de la masacre”, “Uno de los jóvenes que iba en el coche que cayó del puente estaba en estado de shock”.
Por su parte, los estilistas han puesto de moda la idea de “shock de queratina” para identificar a un tratamiento para el cabello que busca reacondicionar, hidratar y proteger de manera prolongada e intensa toda la cabellera, sin importar si la persona tiene pelo corto o largo; con rulos o lacio; opaco o seco; o expuesto a la tintura.