Tal como hemos señalado semanas atrás, no existe una única clase de sal. Por esa razón, después de haber hecho referencia a las particularidades de las llamadas sales haloideas retomaremos la temática para complementar datos previos y brindar precisiones sobre otro tipo de sal: la mineral.

Las sales minerales, sostienen los especialistas en la materia, son compuestos de carácter inorgánico que resultan imprescindibles para la supervivencia ya que contribuyen al normal funcionamiento y desarrollo del organismo de cada ser vivo. Estas sustancias no brindan energía pero ayudan a mantener fuertes a los huesos y a las piezas dentales; se encargan de regular la ósmosis, benefician los procesos de origen metabólico y favorecen al sistema inmunológico, entre otras ventajas.

En el agua potable hay sales minerales ionizadas que pueden llegar a separarse a raíz del proceso conocido como desmineralización, así como existen distintas variantes de estos elementos en múltiples alimentos. Como el cuerpo humano necesita este recurso para mantenerse saludable, además de una dieta equilibrada, es necesario someterse a controles médicos con cierta periodicidad para chequear que los niveles de minerales presentes en el organismo sean los adecuados: ante un eventual déficit, el profesional de la salud recomendará suplementos de calcio, potasio, magnesio, hierro o fósforo.

Cabe resaltar, por otra parte, que estas sustancias se hacen presentes en los seres vivos bajo diferentes formatos. De acuerdo a la bibliografía existente, hay sales precipitadas (identificadas en estado sólido), sales que se manifiestan como parte de las estructuras de las moléculas orgánicas y otra variedad, la más común, que se disuelve y se reconoce en forma de iones.