El concepto de rendimiento posee varias acepciones reconocidas por la Real Academia Española (RAE). Por un lado, se asocia a la capacidad de una cosa u organismo para ser útil o provechoso (“Estoy sorprendido por el rendimiento de este automóvil”, “Quiero aprender a mejorar el rendimiento de mi computadora”, “Tengo que calcular el rendimiento de los depósitos a plazo fijo antes de decidir si me convienen o no”), pero también describe a la proporción que se establece entre un beneficio o ganancia y los medios empleados para lograrlos (“Es un rendimiento directamente proporcional al esfuerzo realizado”). Asimismo, la noción puede interpretarse como el nivel de tolerancia o fuerzas de un organismo (“Preocupa el bajo rendimiento físico de los jóvenes”, “Debes mejorar tu rendimiento deportivo si quieres ser titular dentro del equipo”) y relacionarse con las ideas de humildad y sometimiento.
Dentro del plano económico, por otra parte, se suele usar el término para aludir al resultado conseguido en el marco de una cierta actividad. Así, entonces, se pueden reconocer rendimientos agrícolas (variable que se calcula dividiendo la producción obtenida por la superficie afectada) y rendimientos económicos de una empresa, por citar dos referencias. En Física, Tecnología y otras áreas, en cambio, es usual hacer mención al rendimiento energético, al rendimiento cuántico, al rendimiento térmico y al rendimiento luminoso de una maquinaria, dispositivo, circuito u objeto.
Otras clases de rendimiento que le aportan diversidad al vocablo: rendimiento químico, rendimiento de color, rendimiento de escala, rendimiento escolar, rendimiento académico, rendimiento laboral, rendimiento decreciente, rendimiento neto, etc.