Las reacciones metabólicas, de acuerdo a la teoría, son fundamentales para conservar ciertas condiciones de las células y para poder llevar a cabo procesos de carácter vital. Cada una de ellas, indican los especialistas en el tema, se encuentra regulada no solamente en relación a otras reacciones sino además teniendo en cuenta la concentración de nutrientes en el medio: por eso es posible diferenciar la regulación de la síntesis de las enzimas frente a la regulación de la actividad enzimática.
Al hacer foco en las características de estos fenómenos descubrimos la existencia de reacciones metabólicas anabólicas (basadas en el aprovechamiento de moléculas sencillas para sintetizar moléculas de cierta complejidad) y de reacciones metabólicas catabólicas (tal como se conoce a aquellas donde se degradan sustancias a fin de conseguir otras más simples).
Cuando profundizamos nuestros conocimientos en esta cuestión logramos aprender, por ejemplo, que la descarboxilación está considerada como una reacción metabólica imprescindible en el marco de la oxidación de moléculas de carácter orgánico y que se cataliza por enzimas del conjunto descarboxilasa.
La fotosíntesis, por su parte, se clasifica como una reacción catabólica endergónica (es decir, que consume energía), mientras que en determinados seres vivos el calor es resultado de las particularidades exotérmicas de reacciones metabólicas oxidativas. Asimismo, no hay que pasar por alto que, frente a una enfermedad genética, se puede modificar su fenotipo a partir de la inhibición de una reacción metabólica que resulta nociva.
Como es evidente, existen muchas clases de reacciones metabólicas, cada una con características que las vuelven únicas e importantes en diferentes niveles y contextos.