Cuando algo se oxida o reúne las condiciones para oxidarse con el tiempo y frente a la exposición del objeto ante oxígeno, se habla de un proceso de oxidación cuyas particularidades varían de acuerdo al material involucrado.
Si el fenómeno se produce en torno a componentes de carácter orgánico, por ejemplo, se habla de una oxidación orgánica. En cambio, si se quiebra el equilibrio en un ser vivo y se desbalancea el nivel entre la generación de moléculas reactivas del oxígeno y la posibilidad del organismo para subsanar los daños y no se logra la detoxificación, se habla de una oxidación celular o estrés oxidativo. Asimismo, resulta interesante señalar que hay diferentes reacciones que, a lo largo del tiempo, se identificaron con el nombre de oxidación, tal como se aprecia al descubrir la oxidación de Boyland-Sims, la oxidación de Fleming-Tamao, la oxidación de Baeyer-Villiger o la oxidación de Pfitzner-Moffatt, por citar algunas.
Claro que, además de las mencionadas en el párrafo anterior, hay otras clases de oxidación, entre las cuales se pueden mencionar a la de los ácidos grasos (llevada a cabo por seres aeróbicos con el propósito de obtener energía metabólica), a la de los alcoholes (proceso que permite, según a qué categoría pertenezca el alcohol en cuestión, lograr aldehídos, cetonas, ácidos carboxílicos y dioles) y a la denominada oxidación asimétrica catalítica (tal como se conoce al procedimiento que permite aplicar la técnica de catálisis para producir la oxidación de diversos sustratos y lograr así un resultado puro a nivel enantiomérico.