Son muchas los significados que el diccionario de la Real Academia Española (RAE) reconoce para la palabra ocio (término procedente del vocablo latino otĭum) pero, en líneas generales, podemos asociar este concepto con las vacaciones.
Es que la teoría presenta al ocio como el periodo que un individuo dispone para descansar o realizar actividades de esparcimiento ya que es el tiempo en el cual no hay obligaciones laborales ni compromisos que cumplir.
Como se imaginarán, son varias las propuestas que se pueden tener en cuenta para momentos de ocio. A raíz de esto, y en base al tipo de plan llevado a cabo así como al rol adoptado por quien lo desarrolla, se pueden identificar diferentes clases de ocio.
Existe, por ejemplo, una clasificación que gira en torno al nivel de participación o responsabilidad que se asume frente al ocio. Así, entonces, se define como ocio pasivo a aquella ocupación recreativa que no se genera ni se impulsa sino que, simplemente, se disfruta como receptor y se habla de ocio activo si quien se beneficia con él es el mismo que lo propicia.
Por otra parte, se puede hacer referencia al ocio de tipo experiencial (caracterizado por el componente artístico de la propuesta y la participación activa del sujeto) y al ocio nocturno cuando se trata de planes concretados en horas de la noche que guardan relación con establecimientos como bares, confiterías, casinos y locales bailables, entre otros. En los últimos años, además, se popularizó la idea de ocio terapéutico para enmarcar a las actividades para el tiempo libre que no sólo entretienen y relajan sino que también contribuyen a alcanzar bienestar y armonía a nivel corporal, mental y espiritual (como ocurre, por ejemplo, con el yoga).