El concepto de laja se utiliza desde hace mucho tiempo para hacer alusión a una gran variedad de cuestiones. En épocas pasadas, por ejemplo, se describía como laja a la cuerda que permitía sujetar a los perros durante las cacerías. Con los años, este vocablo se adoptó además para identificar a los bajos de piedra que conforman una meseta plana, a las cuerdas de cabuya que resultan más finas y delgadas que el lazo, a una localidad de Chile donde se encuentra una estación ferroviaria con el mismo nombre de la región y a un municipio boliviano. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), además, está admitido como sinónimo de lancha, tal la denominación de una piedra de gran tamaño que posee poco grosor y es plana.
Por otra parte, es interesante saber que en la comarca Emberá-Wounaan situada en Panamá existe un corregimiento conocido como Lajas Blancas, mientras que en Cuba se localiza el municipio de Santa Isabel de las Lajas.
Más allá de cómo se aproveche esta noción a la hora de darle nombre a un sitio, es importante tener presente que las piedras lajas que se emplean para revestir paredes, cubrir pisos o decorar espacios, en tanto, se clasifican en función de sus colores, estilos, formatos, diseños y tamaños, entre otras variables. Hay en el mercado lajas rojizas, verdes, negras, grises, naturales, amarillentas y con entramados, por enumerar algunas de las alternativas más comunes. Asimismo, es posible conseguir lajas atérmicas destinadas a la cobertura y decoración de piletas y lajas regulares e irregulares, por señalar otras alternativas a tener en cuenta.