El concepto de ego, en la vida cotidiana, se relaciona con un cuadro de autoestima excesiva. Abordado de manera formal por la Psicología, el vocablo refiere a la instancia psíquica en la cual se reconoce, de modo parcialmente consciente, al yo capaz de controlar la motilidad y de mediar entre los instintos del ello, la realidad externa y los ideales del superyó.

A partir de un lenguaje sencillo que pueda ser comprensible para todos los lectores, podemos describir categorías ideadas para describir a diferentes casos de ego, entendidos como una tendencia de la psiquis para que cada persona actúe o reaccione de una forma determinada.

El llamado ego premental, por ejemplo, se caracteriza por ser silencioso pero enjuiciador, invitando a mostrar una postura hipócrita y crítica. El ego orgulloso, en cambio, no acepta perder e incita la competencia constante, mientras que el ego manipulador se vale de la astucia para imponer estrategias que siempre dejen a la persona bien posicionada en cualquier situación.

De buscar otras posibilidades, se podrá reconocer al ego sordo (el cual no repara en el resto porque finge oir pero no escucha a los demás), al ego bautizado como jinete (aprovecha todos los recursos en beneficio propio, utilizando dichos y acciones ajenas para sacar partido), al ego prestigioso (persigue los aplausos y el reconocimiento de méritos buscando sobresalir y ser el mejor en todo) y al ego envidioso (se ocupa de degradar a quienes parecen mejor que él porque no resiste el éxito ajeno).

Hay, asimismo, personas con ego interruptor (no dejan que los demás se expresen por completo porque interrumpen de manera constante con autorreferencias), con ego insaciable (pretenden llamar siempre la atención) y con ego sabelotodo (están convencidas de tener siempre la razón y la respuesta para todo).