Las estructuras que se levantan como muros a modo de contención frente al agua se conocen con el nombre de dique. A partir de esta definición, se puede denominar con esta palabra a toda barrera que obstaculice el avance de aquello que, por diferentes razones, está considerado como peligroso o perjudicial.

En la práctica es posible distinguir múltiples clases de diques. Los espacios resguardados del agua que se aprovechan para reparar o limpiar buques, por ejemplo, se denominan diques secos.

Los diques flotantes, por su parte, se construyen con tanques que, tras inundarse, bajan su nivel a fin de que los buques puedan ingresar en ellos. Se descargan a través de bombas para dejarlos en seco.

Otra alternativa se centra en los diques de marea, donde no se requieren bombas de achique ya que, cuando baja la marea, queda seco. Los diques conocidos como exentos, en cambio, tienen la particularidad de estar ubicados de manera paralela a la costa para estabilizar y proteger a la zona frente a la acción de las olas, aunque para construirlos es fundamental hacer antes una evaluación seria sobre su impacto ambiental.

Más general es la segmentación entre diques artificiales y diques naturales. Dentro del primer grupo aparecen los diques de contención y los diques rompeolas que el ser humano construye para prevenir inundaciones, brindar protección frente al oleaje y marcar caminos. Los diques naturales, por su parte, surgen en el borde de los ríos por la acumulación de materiales que se depositan en los márgenes y se acumulan tras ser arrastrados por la corriente.