Al acto de deglutir (es decir, de ingerir sustancias sólidas o líquidas, masticarlas y tragarlas para hacerlas pasar de la boca a la faringe y esófago y, luego, hasta el estómago) se lo define como deglución.

Se trata de un proceso donde tienen lugar una serie de contracciones ordenadas de los músculos generada por un reflejo. Cuando los movimientos de los músculos faciales no son coordinados ni voluntarios, entonces se desencadenan cuadros de deglución atípica. Esta situación puede surgir en mayor medida en personas en las cuales predomina la respiración por la boca, se ha utilizado el chupete o tetilla del biberón por más tiempo del aconsejado, prevalece la alimentación blanda o tienen el hábito de comerse las uñas.

Las degluciones atípicas se caracterizan por incluir estiramientos de la cabeza al masticar y tragar, interposiciones linguales que generan mordidas abiertas, ruidos al momento de tragar y dejar residuos en el área bucal después de la deglución. En niños pequeños se advierte, desde el momento del nacimiento, una deglución visceral que evoluciona a medida que se incorporan sólidos a su alimentación y se ejercitan los músculos faciales.

Quienes evidencian una deglución faríngea lenta, por su parte, pueden ser sometidos a la técnica de la deglución supraglótica, donde el individuo debe ser capaz de contener la respiración, deglutir y toser para dejar limpia la faringe. Si se trata de un paciente con un cierre glótico ínfimo, entonces se apela a la deglución supersupraglótica, donde se le solicita hacer fuerza antes de iniciar el proceso de deglución.