La idea de cebada da lugar a dos interpretaciones muy distintas entre sí. Por un lado, se la entiende como una planta comestible (considerada como un cereal que aporta una gran dosis de energía por porción) y de usos medicinales (para elaborar remedios naturales y caseros) de aspecto similar al del trigo; por otro, se la aprovecha como adjetivo para describir a un animal que incrementó su ferocidad a partir del consumo de carne humana.
De investigar los alcances de esta noción y hacer foco en sus clasificaciones, lograremos diferenciar por ejemplo a la cebada perlada (que se redondea con una máquina) de la cebada ladilla (tal como se cataloga a la especie que posee dos clases de granos con rasgos particulares en la espiga).
La cebada bravía también aparece como alternativa. Se trata de una especie con espigas aplanadas que alcanza su madurez cuando concluye la primavera y crece, por lo general, en diversas regiones de Castilla y León. La cebada integral (más nutritiva que la especie perlada) y la cebada tostada (versión que se valora al momento de preparar café sin cafeína) son otras variantes para tener en cuenta.
Cabe resaltar que más allá de estas variedades es posible segmentar al producto en base a su destino, ya que hay partes que se reservan para alimentación animal, otra que se aprovecha para consumo humano y una tercera posibilidad que transforma a la cebada en un material de uso industrial. Incluso, es interesante tener presente que los granos germinados de cebada se utilizan para fabricar cerveza.