Se define como biocombustible (o biocarburante) al combustible que se logra a partir del tratamiento, ya sea químico o físico, de residuos orgánicos (biomasa) o materias vegetales.
De acuerdo a los expertos en el tema, es posible distinguir dos clases puntuales de biocombustible: los de primera generación y los de segunda generación.
Dentro del primer grupo aparecen los combustibles que se obtienen mediante procedimientos como la digestión de carácter anaerobio, la fermentación y la transesterificación. El aceite vegetal, el azúcar, la grasa animal y el almidón son aprovechados para producirlos. Como biocombustibles de primera generación se pueden mencionar al biodiésel, al bioalcohol y al biogas, entre otros.
Distinto es el caso del biocombustible de segunda generación, el cual se obtiene en base al aprovechamiento de materias primas sustentables. Se trata de una metodología aún en fase de experimentación que permite arribar a productos como el etanol de celulosa, el biometanol y el biohidrógeno, por indicar algunos a modo de referencia.
Cabe resaltar que, en base a estudios y pruebas de laboratorio, es posible proponer como alternativa a tener en cuenta a los biocombustibles a base de algas y ampliar la disponibilidad de etanol para poder desarrollar más biocombustibles. En relación a este último caso, es interesante prestar atención al biocombustible M4, un combustible que se promociona como ecológico y que, si bien incluye etanol, posee otros compuestos no revelados. Según sus impulsores, puede emplearse en todo vehículo que posea motor con gasolina sin tener que alterar o adaptar el coche ni a sus componentes.