La autoestima es la valoración que uno hace de sí mismo en base a percepciones, pensamientos, características físicas, estados de ánimo y temperamento. Esta evaluación personal puede ser de tipo alto o bajo.
La llamada autoestima alta está representada en personas seguras de sí mismas que no tienen inconveniente de exhibir sus sentimientos ni en sentir orgullo propio por los logros obtenidos.
Al tener un concepto positivo de uno mismo, se logra confianza y respeto hacia lo que uno es, y no brota la necesidad de modificar conductas o de castigarse por ciertos comportamientos que no satisfacen al propio individuo. Esta clase de seres son conscientes de sus virtudes pero también reconocen sus limitaciones sin que ello sea motivo de malestar sino, por el contrario, un disparador de progresos.
En cambio, al tener una autoestima baja se queda expuesto a todo tipo de inseguridades y surgen así dificultades a la hora de relacionarse, tendencias a ocultar lo que se siente, temores, inestabilidad emocional y un pensamiento pesimista que sólo parece aceptar que el destino reserva únicamente fracasos.
Claro que también existe una tercera opción que se conoce como autoestima relativa y es resultado de una combinación de reacciones derivadas de la sobrevaloración, ya que provoca un cuadro confuso frente al cual es difícil advertir si la persona se cree valiosa o no se acepta tal cual es. Asimismo, en ocasiones pueden reconocerse casos de autoestima inflada, la cual no debe confundirse con la autoestima alta porque se trata de personas que tienden a realzar de forma exagerada sus cualidades y llegan al extremo de adorarse y creerse superiores al resto.