En la vida de toda persona, así como hay momentos felices y logros que llenan de orgullo y dejan recuerdos gratos, también hay complicaciones y fracasos que sirven como enseñanza y funcionan como motor de cambio.
Los fracasos, esos que se oponen al éxito por marcar el colapso, el fin o el quiebre de algo, pueden sufrirse en cualquier etapa de nuestra existencia y generar desilusiones en múltiples ámbitos. Es difícil sobreponerse a un fracaso, pero siempre hay razones que nos impulsan a superar ese mal trance y a enfrentar el futuro con fuerza, coraje y optimismo.
En la infancia y juventud, por ejemplo, como consecuencia de la falta de motivaciones personales, ciertas fallas del sistema educativo, problemas familiares que repercuten en el alumno y otras cuestiones similares que condicionan el rendimiento académico, es posible que alguien enfrente fracasos escolares. La contención, el acompañamiento y la estimulación tanto del círculo íntimo como de los docentes y amigos son fundamentales para progresar en el aprendizaje.
El fracaso matrimonial es otra realidad que se puede padecer cuando las cosas no salen tal como se las imagina. Una pareja decide unirse para toda la vida pero el destino cambia los planes y entonces llega la separación, marcando el fin de ese vínculo sentimental.
Los amantes del deporte que intentan destacarse en una disciplina, por su parte, son vulnerables a los fracasos deportivos, mientras que la gente de negocios se esfuerza al máximo para evitar los fracasos empresariales. El fracaso profesional y/o el fracaso laboral son otras posibilidades que hay que tratar de impedir a la hora de trabajar.