El acto y la consecuencia de emprender se conoce como emprendimiento. A quienes los planifican y los llevan a cabo, independientemente del rubro elegido, se los denomina emprendedores.
Cuando uno impulsa un emprendimiento comercial, invierte recursos financieros y tiempo en busca de una buena oportunidad de negocio dentro de un cierto mercado. El emprendimiento puede ser de carácter individual (si es una sola persona la responsable de armarlo y gestionarlo) o ser un emprendimiento social (mucha gente trabajando en una organización para conseguir un propósito social). Para generar un espacio de desarrollo, participación, motivación y beneficios que abarque a los sectores más desfavorecidos o a personas que, por múltiples razones, no forman parte del circuito productivo tradicional, existen los emprendimientos inclusivos basados en la solidaridad y la responsabilidad social.
Cada emprendimiento, además, puede categorizarse de acuerdo al rubro o área que cubra. Así, entonces, es posible diferenciar entre emprendimientos inmobiliarios, emprendimientos gastronómicos, emprendimientos agropecuarios, emprendimientos turísticos, emprendimientos artísticos, emprendimientos ferroviarios, emprendimientos textiles… Las alternativas, como resulta evidente, son muchas.
La edad de los emprendadores y el origen de su emprendimiento, por otra parte, son variables que se tienen en cuenta para detallar otras categorías, como las de los emprendimientos juveniles, los emprendimientos familiares, emprendimientos femeninos, emprendimientos vecinales, etc.
También el dinero invertido y los criterios que se implementan para llevar adelante el proyecto permiten ampliar las clasificaciones y reconocerlos, según cada caso, como emprendimientos de bajo costo, emprendimientos sustentables o emprendimientos virtuales, por enumerar algunas posibilidades fáciles de reconocer a nivel general.