Si nos ponemos a contar (o escribir) con detalles cómo es algo o alguien, es decir, puntualizamos lo que vemos, oímos, sentimos o hacemos en cierto contexto, lograremos una descripción. Por proponer un ejemplo de descripción: “Román es un niño alto y delgado dotado con una gran inteligencia. Es, según sus maestros, algo tímido pero educado, buen compañero y estudioso…”
Esta tarea ilustrativa hace foco en los rasgos más sobresalientes de una cosa, proceso, situación o ser vivo para generar una atmósfera y transmitir datos que permitan hacer en la mente una representación lo más exacta posible de lo que se ha graficado.
En los textos técnicos y científicos, que pretenden informar sin dar lugar a apreciaciones personales, se apela a las descripciones objetivas o denotativas. Distinto es el caso de los textos poéticos, donde se permiten las percepciones y sensaciones del autor, quien realiza en ellos descripciones subjetivas, también conocidas como connotativas.
Hay que tener en cuenta que, de acuerdo al tipo de vocabulario utilizado en cada ocasión, se puede distinguir entre descripciones coloquiales (con lenguaje común y cotidiano, informal), descripciones científicas (con lenguaje objetivo y preciso) y descripciones literarias (expresiones y términos con finalidad estética).
Existen, asimismo, las descripciones caricaturescas (exagerando las cualidades y rasgos de un individuo o animal), las descripciones anatómicas (para brindar detalles de órganos y partes del cuerpo), las descripciones microscópicas (para narrar fenómenos y cuestiones que no pueden verse a simple vista) y las descripciones topográficas (representaciones de paisajes o lugares), por mencionar otras a modo de referencia.