Toda intervención quirúrgica y las lesiones profundas sobre la piel dejan en el organismo una cicatriz, de visibilidad y extensión variable de acuerdo a la complejidad de la herida en cuestión. También hay cicatrices que no se ven a simple vista ya que quedan en el alma, marcando para siempre a la persona que por alguna razón vio heridos sus sentimientos.

Para tener precisiones sobre estas marcas que se advierten al apreciar, por ejemplo, a una persona a la cual le dieron seis puntos en el cuello tras sufrir un accidente o a un gato que ha sido sometido a una cirugía de castración, a continuación describiremos alternativas posibles en materia de cicatrices.

Cuando aparecen hoyos o pozos cerca del área de la lesión a raíz de la escasa cantidad de fibras para sustituir a la porción de tejido que se ha dañado, por ejemplo, se hace alusión a las cicatrices atróficas, las cuales suelen ser escasas y superficiales.

Las cicatrices abultadas (conocidas como hipertróficas), por su parte, surgen cuando el proceso de cicatrización se altera o es interrumpido por falta de reposo o cuidados. Una quemadura de tercer grado, por describir una posibilidad, puede dar origen a una cicatriz anómala que, al reducir su tamaño, queda manifiesta como una cicatriz hipertrófica, una marca indeseable a nivel estético por su grosor.

Las cicatrices que tienden a expandirse y a crecer de modo considerable sobre sí mismas, tienen una tonalidad rojiza y generan picazón o incluso dolor, en cambio, se definen como queloides.