Se conoce como abeja a los insectos himenópteros que viven en colonias ya sea en los huecos de los árboles o en las colmenas que les prepara el hombre. Estos organismos se alimentan de polen y néctar y producen cera y miel.
El estudio minucioso de esta familia de insectos le ha permitido a los científicos identificar varias especies de abejas, algunas más conocidas que otras por el común de la gente.
Gracias a las investigaciones, por ejemplo, se ha podido establecer que la abeja con más presencia mundial es la Apis Mellifera, en cuya colonia se pueden reconocer tres clases de castas: la de la abeja reina, la abeja obrera y la abeja zángano.
La primera se caracteriza por ser la única hembra fértil de cada colmena. De este modo, pues, es la encargada de poner huevos fecundados para dar origen a abejas obreras infértiles y otros no fecundados para que nazcan de ellos zánganos fértiles. Por su importancia dentro del grupo, ella es alimentada sólo con jalea real y habita en celdas de mayor tamaño y de forma vertical, a diferencia de las otras abejas que son criadas en celdas pequeñas y horizontales.
Las obreras, por su parte, son abejas pequeñas con aparatos reproductores atrofiados que, a lo largo de su vida, cumplen distintas funciones. Algunas, por ejemplo, se denominan limpiadoras porque garantizan la higiene de la colmena, mientras que otras tienen la misión de producir jalea real. Otras construyen los panales de cera, otro grupo distribuye el alimento, otras vigilan y evitan que ingresen ejemplares de otras colmenas y hasta hay obreras cuya tarea es la de generar una corriente de aire para ventilar el espacio y deshidratar el néctar.
Sobre los zánganos, asimismo, se sabe que son los integrantes machos de la colmena y que se encargan de fecundar a la reina, producir calor y distribuir el néctar. Cuando el nivel de alimento es escaso, las obreras suelen expulsar a este grupo y los zánganos, entonces, mueren de frío o hambre fuera de la colmena.