El concepto de tamal (palabra derivada del náhuatl tamalli) se utiliza a nivel general para identificar a un plato típico de México que contempla variedades dulces y saladas a partir de diversos ingredientes.
Sin embargo, existen otras interpretaciones del término que nada tienen que ver con la gastronomía. En ciertas regiones, por ejemplo, el vocablo se emplea como sinónimo de intriga o lío, mientras que en otras se aprovecha para mencionar a los sujetos que roban o cometen algún hurto.
Retomando el sentido culinario de esta noción, resulta interesante tener en cuenta que se trata de una preparación que cada país incorporó como propia al imprimirle sus propios detalles.
En suelo peruano, por ejemplo, es posible encontrar tamales a base de maíz amarillo; otros que llevan maíz blanco; tamales de harina de maíz seco; tamales endulzados con azúcar negra y tamales verdes piuranos, entre otras alternativas que dependen de la región que los arme. Al respecto, es importante señalar la clasificación peruana que discrimina entre Tamales de la Sierra, Tamales Norteños y Tamales de la Costa.
El tamal argentino, en cambio, se prepara con zapallo anco y harina de maíz. Es una especie de empanada que se presenta atada con la hoja del choclo (“chala”) y se rellena con pollo o carne vacuna, aceitunas, huevos y pasas de uva, entre otros ingredientes.
Distinto es el caso del tamal de Colombia, país que ofrece variantes según la región. Existen, en estas tierras, tamales llaneros con maní; otros rellenos con carne de tortuga; tamales con harina de maíz, arvejas y arroz; tamales hechos con maíz molido rellenos con carne de cerdo; tamales con masa de arroz blanco; tamales con papa criolla, etc.