Varias son las acepciones que la Real Academia Española (RAE) reconoce para el concepto de suero, por eso en esta oportunidad haremos foco en sus múltiples definiciones para ofrecerles referencias de interés y datos útiles al respecto.
En primer lugar, es importante tener presente que se describe como suero a la parte del fluido sanguíneo que, tras haberse completado el proceso de coagulación, se mantiene en estado líquido.
De analizar las aplicaciones prácticas del término e investigar cuántas variantes de suero existen, podremos diferenciar numerosas clases con propiedades que permiten distinguirlas frente a las demás. El suero de la leche, por ejemplo, es esa parte que queda líquida cuando el resto del producto se ha coagulado, mientras que el suero fisiológico es una solución salina compuesta por sustancias que resultan compatibles con el cuerpo de los seres vivos. El suero medicinal, en cambio, es una disolución que se aprovecha como reemplazo de la sangre cuando el individuo o ejemplar presenta ciertos inconvenientes de salud que lo debilitan y le impiden al organismo funcionar con normalidad: el suero, en este caso, posee una finalidad curativa.
Más allá de esta clasificación general, existen otros parámetros que amplían las categorías y brindan de este modo más precisiones acerca de los distintos usos de esta noción. Frente al suero de la leche, por citar un caso puntual, se pueden extraer los subconjuntos del suero dulce (el más común), el suero ácido (un producto que se obtiene a partir de la coagulación láctica de la caseína) y el suero amargo.
Otros tipos de suero: suero de mantequilla, suero antiofídico, suero antilonómico, suero de la verdad.