La célula es la unidad fundamental de los organismos vivos. Se trata de una pieza de tamaño microscópico capaz de reproducirse de forma independiente y estar formada por un citoplasma y un núcleo que se encuentran protegidos por una membrana.
En base a su localización y función, cada célula puede ser clasificada de diferentes modos. Si se la define como caliciforme, por ejemplo, es porque se trata de una célula glandular que produce una secreción presente en los revestimientos epiteliales de las vías respiratorias y del sistema digestivo. En la zona gástrica, cabe destacar, se distribuyen las células principales, las cuales se encargan de liberar pepsinógenos, lipasa gástrica y quimosina.
Las células gliales, en cambio, se ubican en el sistema nervioso y sostienen a las neuronas, además de intervenir en múltiples procesos cerebrales. También es posible identificar al grupo presentador de antígeno, el cual pertenece al sistema inmunitario y se encarga de captar, procesar y presentar moléculas antigénicas sobre sus membranas.
La célula dendrítica folicular (conjunto de células de la sangre que pertenecen a la serie blanca), la llamada célula de Merkel (tipo de célula intraepitelial asociado a la sensación táctil), las células de Leydig (de apariencia redondeada y localizadas en los testículos), las endoteliales (células aplanadas que recubren el interior de los vasos sanguíneos y los capilares), las enterocromafines (grupo de células entereoendócrinas que produce y contiene un alto grado de las reservas de serotonina del cuerpo), las células mioepiteliales (ubicadas en las mamas, en la zona de los pezones y son las encargadas de provocar la salida de leche y la erección ante ciertos estímulos), las parietales (las cuales abundan en el cuerpo gástrico) y las plasmáticas (pertenecientes al sistema inmunitario y con la misión de liberar grandes cantidades de anticuerpos) son otras clases de células que se reconocen al analizar en profundidad a los organismos vivos.