En todo país, las actividades económicas suelen segmentarse en función de las áreas abarcadas, las materias primas empleadas y a los eventuales esfuerzos que demande cada una para llevarse a cabo. Para poder agruparlas y reconocerlas de manera sencilla, desde hace tiempo se han creado categorías que permiten organizar información al respecto y establecer prioridades que van desde lo más general a lo más específico.
Si uno se interioriza en esta temática, no tardará en advertir que los sectores económicos se ramifican en, al menos, cuatro partes. Aquellas industrias o labores que trabajan de manera directa con recursos de la naturaleza, por citar un caso en particular, se encuadran en el denominado sector primario, donde aparecen la ganadería, la agricultura, la pesca y la apicultura, entre otras actividades.
Dentro del sector secundario, en cambio, se nuclean tareas que aprovechan las materias primas generadas u obtenidas a partir del sector primario para desarrollar productos de consumo o bienes varios. La minería, la artesanía, la industria energética y el campo de la construcción son parte de este conjunto.
Por su parte, el sector terciario agrupa áreas que no se distinguen por la creación de bienes sino por ofrecer servicios, como ocurre con las comunicaciones, el transporte, el comercio y el turismo, por mencionar algunas posibilidades.
Distinto a los casos anteriores es el llamado sector cuaternario, ya que en él figuran actividades en las cuales predomina el factor intelectual. En este marco, se concentran tareas vinculadas al conocimiento, como el intercambio de información, los servicios de consultoría, la investigación y la educación, entre otras.