Quienes acostumbran maquillarse (ya sea por motivos estéticos o artísticos) suelen hacer uso de diferentes clases de cosméticos, que varían de acuerdo al resultado que se busque obtener, a la calidad y marca de cada producto, a los tonos empleados y a qué parte del rostro se desee pintar.

Uno de los elementos que con frecuencia aparece dentro del kit de maquillaje es el rímel (también llamado máscara de pestañas), un cosmético que permite remarcar, espesar, oscurecer y darle más volumen a las pestañas.

Se trata de una opción que, según se cuenta, surgió en el siglo XIX por impulso de un empresario de origen francés llamado Eugène Rimmel, cuyo apellido derivó en la palabra que, hoy en día, identifica a este material que se comercializa en varias modalidades.

Desde que se popularizó su uso, muchas clases de rímel han salido al mercado. Así, entonces, millones de personas alrededor del mundo han accedido a alternativas comunes que suelen tener una duración escasa por ser solubles en agua; otras que se fabrican a prueba de agua y evitan, por lo tanto, que la lluvia, las lágrimas o el sudor arruinen el maquillaje; productos especialmente diseñados para generar volumen y a preparados que provocan la sensación de incrementar el largo de las pestañas.

Además de estas máscaras, resulta interesante recordar que se han creado rímel para separar las pestañas entre sí, rímel de colores que constituyen una opción novedosa en relación al clásico tono negro de estos cosméticos, rímel de efecto rizador y rímel que le aportan humectación a las pestañas, por mencionar otras alternativas.