El concepto de sacrificio (palabra derivada del vocablo en latín sacrificĭum) se utiliza para hacer referencia a una ofrenda que, por homenaje o agradecimiento, se le hace a un Ser Superior o deidad. Los sacerdotes, por su parte, realizan en la misa el sacrificio del altar.

Más allá de este sentido religioso, la noción identifica al asesinato de seres vivos de diversas especies por distintas razones. Así, entonces, se puede hablar de sacrificios humanos (enmarcados, tal vez, en los rituales de un grupo sectario) y de sacrificio de animales (a los cuales se mata para luego consumir su carne, bajo pretextos de seguridad e higiene social o por prácticas avaladas por ciertos ritos rechazados por los defensores de animales).

En líneas más generales y cotidianas, se puede aprovechar la idea para expresar el cumplimiento de algo que cuesta mucho hacer, por ejemplo: “Hice el sacrificio de despertarme temprano para sorprenderte con un desayuno”, “A veces vale la pena hacer sacrificios por amor”, “Si no conoces los sacrificios que hago a diario, no critiques cómo vivo”, “Con mucho sacrificio logramos comprar este departamento”.

En los textos sagrados, por otra parte, se hace referencia a los sacrificios de Cristo, de Isaac, de Caín y Abel, y de Noé, mientras que en el juego de ajedrez se denomina sacrificio al acto de ceder una pieza específica a cambio de lograr un beneficio táctico o una ayuda estratégica.

Otras clases de sacrificios que le amplían diversidad al vocablo: sacrificios judíos (Korbán), sacrificios vedicos (Iagñá, en el hinduismo), sacrificios mayas, sacrificios satánicos, sacrificios islámicos.