Un purificador, deja saber el diccionario de la Real Academia Española (RAE), es un elemento que tiene la capacidad de purificar una determinada cosa (“Se va a someter a un tratamiento purificador para limpiar su energía”, “Para ciertos pueblos, el fuego tiene un poder purificador”, “Le recomendaron un baño purificador en las aguas de ese río”, “Se trata de un rito ancestral de carácter purificador”).
En el ámbito religioso, por ejemplo, se conoce con esa denominación a un lienzo que los sacerdotes utilizan durante la misa para secarse las manos y enjuagar el cáliz.
Ya en un plano más cotidiano y común, se habla de purificador de aire para identificar a un aparato que permite erradicar de un rincón de la casa las partículas tóxicas, las sustancias contaminantes y todos aquellos elementos que vician el ambiente. Estos dispositivos son aconsejables en las viviendas de personas con asma, alergias o ciertos problemas de salud relacionados a la extrema sensibilidad.
De igual modo, existen desde hace varias décadas los purificadores de agua, unas piezas que filtran y liberan de impurezas al agua que se intenta consumir o emplear para cocinar. Hoy en día, se ofrecen a nivel internacional purificadores ultravioleta, purificadores portátiles y purificadores de agua a base de ozono, entre otras alternativas que buscan aportar soluciones eficaces a las necesidades de la gente.
Asimismo, es posible hallar en el circuito comercial purificadores de aceites varios, medicamentos que se promocionan como “purificadores” hepáticos y varios alimentos que se definen como purificadores del organismo, como sucede, por citar un ejemplo concreto, con el ajo.