La palabra violencia (con origen en el vocablo latino violentĭa) se emplea para resaltar la cualidad de violento que puede llegar a tener un individuo, un fenómeno o situación. Es, asimismo, un concepto que engloba un accionar fuerte basado en el uso de la fuerza para provocar algún tipo de daño o sometimiento.
En la vida cotidiana, se puede hablar de violencia social en términos generales (para describir, por ejemplo, enfrentamientos entre grupos o sectores con intereses distintos), pero también es posible proporcionar ideas más específicas que apunten a una modalidad específica de violencia.
Así, entonces, adquieren relevancia las nociones de violencia de género (cuando las agresiones o ataques se dan en el seno de una pareja); violencia familiar (la cual afecta a todo un grupo familiar y se caracteriza por golpes, ataques, sometimientos y daños entre padres, hijos, hermanos, etc.); violencia anarquista (aquella que tiene lugar en el marco del sistema conocido como anarquismo); violencia religiosa (enmarcada en la intolerancia respecto a la fe o a las creencias de otros); violencia psicológica (no deja huellas o cicatrices en el cuerpo pero sí tortura y marca a nivel mental) y de violencia sexual (basada en los sometimientos, el poder y el autoritarismo para lograr determinados fines de índole íntima, como sucede con las violaciones y la pedofilia), entre otras.
Cabe resaltar que, además de las mencionadas en el párrafo anterior, hay episodios que bien podrían contextualizarse en función de sus particularidades como violencia de carácter cultural, escolar, de Estado o política.