El lenguaje que caracteriza al ámbito de la economía reserva el término inflación para denominar el incremento notorio y sostenido del nivel de precios en materia de productos, bienes y servicios que lleva a los integrantes de un país a padecer consecuencias financieras desfavorables.
En base a esta definición surgen distintos tipos de inflación, entre los cuales se pueden citar la llamada inflación empotrada, la objetivo y la inflación subyacente. La primera es una noción que hace referencia a una inflación originada por eventos del pasado y que, sin embargo, se mantiene en el presente, mientras que la segunda se enfoca en una política monetaria que busca controlar la inflación a través de una proyección elaborada por el Banco Central. La tercera, por su parte, es la conformada por el índice de precios al consumidor.
También es oportuno resaltar que, cuando la inflación alcanza límites demasiado elevados y se vuelve imposible de controlar, aparece la idea de hiperinflación, un ciclo marcado por el aumento acelerado de precios y la desvalorización de la moneda.
Asimismo, se puede hablar de súper inflación monoglobal cuando se registra una suba de precios a nivel mundial, o de inflación de demanda ante casos que evidencian un incremento en la demanda general de bienes sin que el sector productivo se haya preparado para responder ante él. La inflación de costos, en cambio, apunta a mencionar el encarecimiento de la mano de obra y las materias primas que obliga a los productores a subir los precios, así como la inflación autoconstruida es un tipo de inflación asociada a una previsión de los expertos sobre subida de precios que lleva a modificar conductas a fin de estar adaptados a ese pronóstico.