Todo ser humano enfrenta a lo largo de su vida diversas experiencias que lo llevan a atravesar distintas emociones y a desarrollar diferentes sentimientos. De acuerdo a lo que nos genere cada situación y vínculo de nuestro presente, aparecen en nosotros estados de ánimo y huellas que nos conducen hacia determinadas condiciones que influyen notoriamente sobre nuestro accionar.
Si alguien nos desafía a enumerar sentimientos, lo más probable es que recordemos al odio y al amor. Por lo que implican, es fácil advertir que el primero es un sentimiento de tipo negativo y, el otro, noble y positivo.
De todos modos, con el correr de los años esta palabra ha pasado a tener un uso más amplio al formar parte de expresiones cotidianas que apuntan a describir al detalle múltiples realidades sentimentales.
Así, entonces, se puede hablar de sentimientos encontrados cuando un individuo siente por otro tanto afecto como rencor y de sentimientos a flor de piel cuando somos cien por ciento transparentes, demostrativos y, por lo tanto, nos resulta imposible ocultar lo que sentimos.
Hay también quienes dicen que los sentimientos pueden catalogarse de tres formas según las sensaciones que inspiren: desagradables, agradables y neutros, así como hay otros que prefieren hablar de sentimientos nobles y sentimientos dañinos. En función de su alcance, podemos definirlos asimismo como sentimientos universales o sentimientos efímeros (conocidos también como pasajeros).
“Esa chica tiene muy buenos sentimientos”, “Te acompaño en el sentimiento”, “Aunque me esfuerzo por olvidarlo, no puedo negar mis sentimientos hacia él” y “¡Qué sentimientos tan nobles tienes!” son expresiones cotidianas que permiten apreciar el tipo de uso que se le da a este vocablo en idioma español.