Para describir un traslado de objetos, seres y/o sustancias, se suele apelar al concepto de circulación, un vocablo con origen en circulatĭo, una locución latina.
Esta noción no es específica de un determinado ámbito, sino que posee un alcance extenso que le permite referir tanto al tránsito de personas y vehículos en la vía pública como al paso, intercambio y/o cesión de productos relacionados a la riqueza (monedas, elementos de crédito, etc.).
Si uno examina el vocabulario castellano y repara en los usos que se le da a este término, advertirá que existen numerosas clases de circulación, cada una con sus particularidades y finalidades.
La circulación, por ejemplo, puede ser sanguínea (una función detectable en numerosas especies de animales que consiste en el recorrido de la sangre por todo el organismo), así como también puede ser vehicular, un caso donde sólo se contempla el movimiento propio de un espacio público, donde transitan coches y peatones.
Más allá de estos tipos de circulación, pueden citarse como ejemplos concretos a la circulación entendida desde el plano de la Física y la Matemática (también bautizada como integral de línea); la circulación (es decir, la llegada del tiraje) de los medios de comunicación impresos (diarios, revistas, suplementos); la circulación atmosférica (la cual describe a las corrientes de aire a gran escala); la circulación termohalina (vinculada a la noción de circulación oceánica) y a la idea de libertad de circulación, un derecho propio de los seres humanos que les da permiso para desplazarse por el planeta con libertad.