Una onda, dice la Real Academia Española (RAE), es cada una de las elevaciones que se evidencian al agitar la superficie de un líquido, así como también es cada una de las curvaturas que se marcan en ciertos elementos flexibles, como el pelo, la tela y algunas clases de cables, entre otros.
Claro que, a juzgar por las aplicaciones del término, es posible además entenderlo como fenómeno físico y relacionarlo a múltiples ámbitos.
Sobre el uso variado que se le puede dar a este vocablo que deriva del latín unda se pueden citar como ejemplos a las ondas cortas propias de las telecomunicaciones, así como a las ondas de choque, las cuales al propagarse a través de un fluido modifican su presión, velocidad y densidad.
Más allá de las mencionadas, existen las ondas electromagnéticas, las ondas largas, las ondas luminosas (aquellas que propagan la luz que emana un cuerpo luminoso), las ondas progresivas (las que se propagan en un medio sin ninguna clase de condicionamiento), las ondas radioeléctricas, las ondas sonoras (aquellas que surgen en cuerpos elásticos y son transmisoras de sonido), las ondas sísmicas, las microondas (reconocibles a simple vista por la popularidad mundial del horno de microondas) y las ondas gravitacionales.
En el lenguaje cotidiano, por otra parte, es habitual hacer referencia a la buena y a la mala onda para describir una clase de energía. Ejemplos: “No compro más en ese negocio. La vendedora es mala onda”, “El chico que conocí el fin de semana tiene muy buena onda conmigo”.