El concepto de rasgo puede asociarse a la acción de rasgar (“Yo rasgo la guitarra”) o definirse como un detalle, particularidad o expresión distintiva ya sea aplicado al rostro de un ser humano o a su modo de escribir.

En la vida cotidiana podemos hacer mención, por lo tanto, a diversas clases de rasgos que apuntan a resaltar una característica exclusiva de alguien o algo. Ejemplos: “El bebé tiene rasgos parecidos a su mamá”, “Los especialistas estudian los rasgos genéticos de la drogadicción”, “Reconstruyen con ayuda de la tecnología los rasgos faciales de un antiguo rey”, “Esa mascota tiene rasgos de persona”, “La caligrafía puede reflejar rasgos de la personalidad”, “El espectáculo, aunque apela al sentido del humor, tiene rasgos dramáticos”.

De querer identificar de manera específica cada tipo de rasgo, entonces se podrá apelar a las categorías que se crearon para enmarcar a todas esas particularidades según su origen, su campo de influencia y su alcance.

Hay, por nombrar a uno de los más extendidos, rasgos fonéticos, pero también existen los rasgos fonéticos y los rasgos lingüísticos (conjunto que contempla, por citar una referencia, al seseo).

Resulta interesante recordar también que, en español, es frecuente emplear la expresión “a grandes rasgos” cuando se busca aludir a una cuestión sobre la cual no se brindan detalles ni información puntual. Por ejemplo: “Puede decirse, a grandes rasgos, que se trata de una situación dramática”, “El testimonio, a grandes rasgos, aportó datos valiosos para la investigación”, “El intendente explicó, a grandes rasgos, en qué consistirían las obras”.