Al término ‘patente’ se le atribuyen numerosos significados, por eso a continuación describiremos cada una de las acepciones con el propósito de aportar claridad y dar la mayor cantidad de precisiones posibles al respecto.
Se dice, por ejemplo, que patente es algo que está visible, claro, manifiesto y perceptible, aunque también se lo acepta como el nombre que recibe el título o despacho real que habilita a disfrutar de un privilegio o empleo. En algunas cofradías o sociedades, asimismo, una patente es una cédula que se otorga para identificar a los individuos como parte de dicha comunidad.
En otros contextos, la patente es la cédula que los religiosos reciben por parte de sus superiores al mudarse de convento y la comida que, por tradición, el empleado más nuevo de una compañía le paga a sus compañeros. Además, es correcto llamar patente al documento que expide la Hacienda pública, al testimonio que acredita cualidades y/o méritos y definir con ese mismo vocablo a la placa o matrícula que llevan los vehículos.
De acuerdo a las características que posean, a qué se refieran y los usos que se les de, las patentes pueden ser clasificadas de distintos modos. Así, pues, es posible individualizar a las patentes de contramarca (ofrecida por un soberano para que sus súbditos pudieran corsear y apresar las naves), las patentes de corso (autorización para realizar actos que, para quien no tiene el permiso, están prohibidos), las patentes de invención (reconocimiento oficial sobre la invención y los derechos que posee alguien producto de su creación), las patentes de navegación, las patentes de sanidad y las patentes en blanco, por citar algunas.