A diario generamos muchos gastos, no solamente como consumidores que invierten su dinero en múltiples productos y servicios: nuestro organismo también desarrolla gastos. A fin de demostrar la amplitud de significados y aplicaciones de este concepto, a continuación describiremos distintas categorías que se desprenden del término.
En todo hogar, por ejemplo, surgen de modo diario, mensual y anual gastos domésticos que hay que afrontar para poder tener un mínimo bienestar y no acumular deudas. Los egresos de dinero en este marco surgen por la compra de comidas y bebidas, el pago de impuestos, etc.
El gasto público, en tanto, es el realizado a nivel gubernamental para satisfacer, entre otras cuestiones, necesidades colectivas. Hay gastos de transferencia (montos destinados a familias y agrupaciones que requieren asistencia y respaldo económico), gastos de capital (para infraestructura) y gastos de consumo o corrientes (salarios, adquisición de bienes, solventar servicios públicos).
Los gastos deducibles, por su parte, son aquellos que, de acuerdo a lo establecido por la ley, resta cada contribuyente cuando establece la base imponible de algún tributo, mientras que los gastos de representación se caracterizan por ser asignaciones presupuestarias propia de determinados cargos para afrontar sus actividades sociales.
Distinto a los mencionados líneas arriba es el gasto cardíaco, una expresión utilizada por los expertos en cuestiones de salud para describir al volumen sanguíneo que bombea el corazón en una unidad de tiempo específica. Si profundizamos en el análisis corporal, además podremos reconocer al gasto energético y, en este contexto, al gasto metabólico basal.
Los gastos suntuarios, los gastos másicos y los gastos privados son otras alternativas que diversifican aún más los usos de esta noción.