Un experimento surge cuando alguien experimenta algo (es decir, hace pruebas y realiza ciertos procesos para investigar reacciones o fenómenos), sin importar si la acción transcurre dentro o fuera de un laboratorio (al aire libre, en el interior de un hogar, etc).
Desde la infancia, todo ser humano realiza experimentos, algunos más rudimentarios y simples que otros. Además de la edad de quien lleva adelante la experiencia y el entorno donde la concreta, varían los materiales empleados y las finalidades de cada procedimiento.
Hay, por ejemplo, experimentos infantiles que se realizan de manera casera para ayudar a los niños a descubrir curiosidades científicas y experimentos polémicos que algunos adultos impulsan muchas veces desde la clandestinidad por ser pruebas que disparan controversias éticas y morales.
También es posible realizar experimentos mentales que, según para qué clase de persona se destine el desafío, tendrá una mayor o menor complejidad.
Los expertos en Teoría de la Probabilidad, por su parte, trabajan con experimentos aleatorios para demostrar que es posible arribar a resultados distintos aún cuando se trabaje con condiciones iniciales idénticas en cada prueba, como sucede al lanzar un dado.
No cualquier individuo, asimismo, está capacitado para desarrollar experimentos nucleares. Estas pruebas, señalan los especialistas en estas actividades, pueden ser atmosféricas (en caso de explosiones contenidas en la atmósfera), subterráneas (bajo tierra) o submarinas (tienen lugar debajo del agua).
Por último, es interesante saber además que un experimento crucial, desde la perspectiva de los científicos, es aquel que sirve de manera concluyente para establecer una teoría o hipótesis que supere a otras similares aceptadas por toda la comunidad científica.