Del latín bombus deriva ‘bomba’, un concepto que se utiliza para reflejar la condición de atolondrada y aturdida de una persona y para mencionar al artefacto explosivo que se utiliza, por ejemplo, para realizar atentados en la vía pública. Estos dispositivos diseñados para destruir distintos entornos por diversas razones (por venganza, como medida distractiva que permita cometer otros delitos, etc.) pueden ser convencionales, caseros, fabricados en serie o de tipo militar.
Si bien las acepciones citadas en el párrafo anterior son las más comunes, resulta interesante destacar que este vocablo también posee relevancia a nivel geográfico (en Italia existe una comuna llamada Bomba), mecánico (bomba electromecánica, bomba de agua eólica, bomba de calor, bomba centrífuga, bomba hidráulica), científico (en lenguaje informático, por ejemplo, se presenta como bomba lógica a la parte de un código que es incluida de forma intencional y con fines maliciosos en un programa informático y que permanece oculta hasta que se cumplen una o más condiciones establecidas con anticipación), artístico (el género musical bomba) y gastronómico (bombas de papa, bomba toledana, arroz bomba).
Como resulta evidente, no existe un único tipo de bomba. La amplitud del significado de esta noción, por lo tanto, da origen a elementos específicos no relacionados entre sí, como sucede al hablar de bomba alimenticia y bomba aspirante. Tampoco son similares las bombas atómicas y las bombas de chorro, ni la bomba de hidrógeno y la bomba de tiempo.
Otras clases de bombas: bomba de olor o fétida (producto que sirve para hacer bromas ya que, al romperse, larga un olor nauseabundo), bomba molotov, bomba neumática, bomba peristáltica, bomba de racimo, bomba de Orsini y bomba de membrana.