En el mar, entre otras criaturas, habitan las ballenas. Estos mamíferos marinos de figura imponente son cetáceos que requieren medidas de preservación para evitar su extinción debido a que en muchos países se las captura (pese a las prohibiciones vigentes) con fines comerciales.

Dentro de la enorme y variada familia de las ballenas (que maravillan con su presencia y movimientos a las personas que, año a año, realizan excursiones de avistaje en la Patagonia Argentina, por ejemplo), aparecen muchas especies, con nombres y particularidades que permiten diferenciarlas entre sí.

La ballena azul, por ejemplo, está considerada como el animal más grande de nuestro planeta. Se alimenta de krill, se aparea durante las temporadas de otoño e invierno y debe cuidarse de la orca ya que prácticamente es su único depredador dentro de la naturaleza (más allá de ciertos especímenes de la raza humana dedicados a la caza).

La ballena jorobada, que se ha visto seriamente amenazada por la caza indiscriminada, la pesca, los choques de embarcaciones (porque es un animal curioso que se acerca a los buques y nada en torno a ellos) y la contaminación acústica, es otra exponente de este conjunto.

También es posible distinguir a la ballena de aleta, un cetáceo que, pese a estar en peligro de extinción, es perseguido en países como Noruega, Islandia y Japón.

Otras clases de ballenas que habitan o han habitado los entornos acuáticos de la Tierra: ballena franca (ballena franca glacial, ballena franca austral, ballena franca enana, etc), ballena Sei, ballena blanca, ballena nariz de botella, ballena gris…