Una notificación, además de ser la acción y efecto de notificar (ofrecer, sin necesidad de que algo esté vinculado a las leyes, novedades o avisos sobre un determinado asunto o hacer llegar una documentación administrativa o judicial), es el documento que, según contempla el campo del Derecho, detalla la resolución que se desea comunicar de forma oficial.
De acuerdo al ámbito en el que se emplee el término y los medios utilizados para llevarla a cabo, la notificación puede desdoblarse en múltiples categorías. Si se trata de una comunicación de vías legales, pueden usarse notificaciones postales (por carta o telegrama), notificaciones digitales (a través de Internet) o notificaciones entregadas en mano por alguien autorizado y avalado por el organismo o empresa que desea hacer llegar el mensaje.
Más allá de las mencionadas, existen otras que pueden definirse como notificaciones automáticas (emitidas, por ejemplo, por un sistema o programa informático), notificaciones sanitarias (como la que se exige, por ejemplo, en Bolivia con carácter de obligatorio antes de comercializar un producto cosmético) y notificaciones laborales (que informan, entre otros asuntos, eventuales recortes o modificaciones en las labores o condiciones de empleo), por citar otras a modo de ejemplo.
Cabe resaltar que, en la vida cotidiana, muchos seres humanos se valen de este concepto para destacar la recepción de avisos recibidos en distintos planos informáticos: “Me apareció una notificación para actualizar el antivirus”, “Me llegó una notificación porque una chica me agregó a su red de amigos”, “Microsoft me hizo llegar una notificación para alertarme sobre la naturaleza ilegal de mi copia de Windows”.