El vocablo inglés feedback tiene una gran cantidad de aplicaciones en idioma español. Por esa razón, es posible distinguir numerosas categorías al respecto.
Más allá de dar identidad a canciones y trabajos discográficos, esta palabra se interpreta como realimentación o retroalimentación. Se trata de un mecanismo que permite que una parte de la salida de un sistema pueda redirigirse a la entrada a fin de ejercer un control sobre su comportamiento.
En relación a este último, se puede marcar la existencia de dos modalidades: un feedback negativo (que tiene lugar cuando la respuesta del sistema se desarrolla en una dirección opuesta a la de la señal) y un feedback positivo (el cual se caracteriza por amplificar la señal original gracias a que la respuesta del sistema acompaña la dirección de la perturbación).
Si hacemos foco en el sentido que se le otorga a este término en comunicación, podremos apreciar la repercusión que un mensaje posee a partir de las respuestas que recibe el emisor tras llegar con su información a uno o más receptores.
El filósofo estadounidense William James, por su parte, hizo alusión a la teoría del feedback sensorial. Según su punto de vista, los sentimientos están determinados por la retroalimentación de las respuestas tras un estímulo. En este contexto, la cadena podría comenzar con un estímulo externo, continuar con una reacción frente a tal suceso, generarse un feedback en base a la información que llega al cerebro y que el organismo procesa y, por último, concluir con el sentimiento en cuestión.