Los hidratos de carbono son sustancias orgánicas compuestas por carbono, hidrógeno y oxígeno que también se conocen bajo el nombre de carbohidratos, glúcidos, azúcares o sacáridos. Estos compuestos ofrecen una gran cantidad de energía, la cual se libera para permitirle al organismo consumidor aprovechar parte de ella y almacenar lo restante.
Según los expertos que suelen analizar las características del hidrato de carbono, estas sustancias pueden ser divididas en cuatro grandes grupos: monosacáridos, disacáridos, oligosacáridos y polisacáridos.
Los primeros son los más simples ya que están formados por una única molécula y están considerados como la fuente de energía principal para la biosíntesis y las actividades metabólicas.
Los disacáridos, en cambio, están formados por dos moléculas de monosacáridos. Como ejemplos de este conjunto pueden citarse a la lactosa y la sacarosa. Por su parte, los oligosacáridos presentan entre tres y diez moléculas de monosacáridos que se liberan al hidrolizarse, mientras que los polisacáridos (entre los que se pueden citar al almidón y al glucógeno) se caracterizan por ser cadenas de más de diez monosacáridos.
Claro que además de esta categorización, los especialistas suelen identificar a estas sustancias como simples o complejos, así como también los evalúan de acuerdo a las funciones que realizan. En este sentido, es importante resaltar que los hidratos de carbono poseen finalidades energéticas y estructurales. De ser del grupo mencionado en primer lugar, serán valorados como combustibles biológicos ya que contribuyen a la actividad muscular, a regular la temperatura corporal y al correcto funcionamiento del intestino, por citar algunas de las cuestiones vinculadas a los carbohidratos energéticos.