A la hora de llevar a cabo un ejercicio físico, los seres humanos podemos optar entre el desarrollo de ejercicios aeróbicos y de ejercicios anaeróbicos, siempre que no tengamos contraindicaciones médicas y realicemos un apto físico antes de iniciar cualquier plan de entrenamiento.
Se dice desde la teoría que un ejercicio es anaeróbico cuando se trata de movimientos de corta duración pero intensos que no exigen el uso del oxígeno necesario para la respiración, como sucede por ejemplo al levantar pesas. Según los especialistas en cuestiones deportivas, el ejercicio anaeróbico es recomendable para quienes buscar tonificar y mantener fortalecidos los músculos. Es un hábito saludable que le aporta al organismo múltiples beneficios, desde ayudar a estabilizar el peso para prevenir así la obesidad hasta contribuir a un buen estado cardiovascular.
Dentro de esta modalidad aparecen subcategorías que dan la pauta de la diversidad de alternativas que uno tiene a disposición al momento de entrenar. El ejercicio anaeróbico láctico, por mencionar una alternativa, tiene lugar cuando el deportista va acumulando lactato en su organismo por someter su cuerpo a un esfuerzo de intensidad elevada durante varios segundos (entre 20 y 120 segundos de trabajo físico intenso). El ejercicio anaeróbico aláctico, en cambio, es aquel donde no se genera ácido láctico porque la actividad, si bien es muy explosiva, tiene muy corta duración (puede durar desde menos de cinco segundos o no llegar a superar los veinte).
Por supuesto, más allá de las particularidades de cada clase de preparación física, muchos atletas enriquecen su entrenamiento combinando rutinas de ejercicios anaeróbicos y ejercicios aeróbicos para conseguir mayores y mejores resultados.