Hay múltiples clases de detectores que se aprovechan a diario para diversos fines. Sin embargo, en esta oportunidad vamos a centrar la información en una variedad fundamental para actuar con rapidez ante un eventual peligro de incendio: la de los detectores de humo.
Estos dispositivos son alarmas que activan una señal de carácter acústico cuando descubren humo y gases de combustión en el aire, aún aquellos que no son fáciles de advertir a simple vista.
En el mercado actual existe un gran abanico de opciones, por eso conviene tener presente las características de cada alternativa para seleccionar la más conveniente de acuerdo a cada presupuesto y finalidad.
Hay, por ejemplo, detectores fotoeléctricos u ópticos que tienen la capacidad de detectar humo por dispersión del aire en un determinado lugar o por oscurecimiento. Se los consigue en las variedades láser, de rayos infrarrojos y de tipo puntual. Asimismo, es posible instalar detectores ópticos digitales (modernos equipos dotados con un software que les permite diferenciar el humo frente a la suciedad) y detectores ópticos análogos (más sencillos, calibrados a partir de resistencias electrónicas).
Los detectores de humo fotoeléctricos inalámbricos que incluyen baterías, en tanto, suelen emplearse en numerosos países en el ámbito doméstico, aunque es necesario supervisar con frecuencia estos equipos para minimizar riesgos y fallos. Asesorarse acerca de instalaciones y normativas de uso es fundamental para no tener problemas.
Por un precio menor a los mencionados líneas arriba se llegaron a comercializar detectores iónicos de humo, aunque en la actualidad estos aparatos ya no suelen ofrecerse en el mercado.