Cuando uno piensa en un catálogo, por lo general recrea en su mente la imagen de una publicación (virtual o impresa) donde aparecen servicios o productos con descripción de características y precios para que el consumidor pueda conocer la variedad ofrecida por la empresa o comercio que organiza el catálogo y decidir qué adquirir. Un interesado en ofertas del rubro alimenticio, por ejemplo, seguramente decida su compra tras analizar el catálogo de un supermercado, mientras que una persona que busca alternativas de zapatos, tal vez tenga en cuenta modelos incluidos en el catálogo de una fábrica de calzado.
Claro que, al investigar un poco el alcance de este concepto, se advierte que existen diferentes tipos de catálogos, además del mencionado en el párrafo anterior.
Quienes se dedican a conservar objetos, por ejemplo, suelen ordenar sus tesoros a partir de un catálogo de colección, que de acuerdo a los materiales clasificados se presentará a su vez como catálogo numismático, catálogo filatélico, etc.
Las bibliotecas y/o casas editoriales, por su parte, acostumbran organizar sus archivos a través de un catálogo bibliográfico, al cual en ocasiones puede accederse por medio de Internet.
Las discográficas, asimismo, poseen catálogos musicales, mientras que a nivel institucional o gubernamental se distinguen los catálogos oficiales de distintas cuestiones que merecen una clasificación (por ejemplo, los catálogos de especies amenazadas en cierta región, ciudad o país).
Otras categorías que reflejan el amplio alcance de esta noción: catálogo astronómico, catálogo de exposición, catálogos colectivos, catálogos alfabéticos de apellidos, catálogos mundiales, catálogos temáticos, catálogos turísticos, etc.