A la hora de escribir, existe una amplia variedad de recursos literarios que le otorgan originalidad, complejidad y un estilo único a cada texto. Cada figura disponible en este campo permite que los escritores puedan usar las palabras de manera atípica, alejándose así del empleo habitual y los esquemas típicos de semántica y gramática.

Dentro del conjunto de los recursos literarios es posible distinguir a las figuras de dicción (grupo que nuclea a herramientas como las aliteraciones, las onomatopeyas, las anáforas y el hipérbaton, por citar algunas) de las figuras de pensamiento (donde aparecen opciones como las enumeraciones, el epíteto, la antítesis y las perífrasis, entre otras).

Claro que la clasificación mencionada en el párrafo anterior es genérica. Si profundizamos al respecto, además de hallar ejemplos concretos que evidencian cómo se traslada la teoría a la práctica se podrá aprender si un cierto recurso literario se enmarca en el conjunto de las figuras de posición, de transformación, de definición, de diálogo o de ficción, por incluir diversas posibilidades.

Al combinar un mínimo de dos recursos literarios, es posible arribar a resultados de contenido artístico (en este caso, de claro perfil poético) como los siguientes:

“Te espero porque te quiero
te espero porque sos bueno
te espero mientras me muero
te espero con mi corazón de hielo
te espero, ojos de cielo…”

“Calma tu alma malvada,
salva tu espíritu rebelde,
busca tu entristecido corazón y allí,
escondido como un cachorro asustado,
encontrarás lo que siempre has buscado:
el amor, ese tesoro preciado.”