El sistema operativo Windows (tal el nombre por el que se conoce a escala internacional al software desarrollado y comercializado por la firma estadounidense Microsoft Corporation) es utilizado desde hace varias décadas por millones de usuarios alrededor del mundo.
Para mejorar la seguridad y ofrecer un orden personalizado en casos donde, por ejemplo, se comparte entre varias personas una misma computadora, el programa brinda la posibilidad de tener una cuenta de usuario, la cual exige asociar un nombre de usuario con una contraseña. Al acceder a ese apartado, se dispone de las carpetas y los archivos previamente guardados por el interesado, quien también puede establecer su propio fondo de pantalla y decorar el escritorio como más le agrade.
Al respecto, hay que decir que se puede hacer uso de tres clases de cuentas: una de tipo estándar, que permite tener acceso a programas y cuestiones de uso cotidiano; otra que se conoce como administrador y que brinda la posibilidad de tener el control absoluto del equipo en cuestión; y una tercera que se identifica con el nombre de invitado y que se destina a casos en los cuales hay un uso temporal de la computadora.
De acuerdo a quienes conocen en detalle los alcances y limitaciones de cada tipo de usuario de Windows, la cuenta estándar deja acceder a la mayor parte de los programas que se han instalado previamente pero impide instalar o desinstalar hardware o software. Con la cuenta Administrador, en cambio, es posible realizar modificaciones que influyen sobre otros usuarios del equipo ya que las actividades que se autorizan bajo estas cuentas abarcan desde la instalación y eliminación de programas hasta las modificaciones en configuraciones relacionadas a la seguridad.