Cuando hacemos referencia a un lenguaje, por lo general, apuntamos a resaltar un método que permite establecer alguna clase de comunicación, ya sea con palabras, gestos o cualquier otra herramienta que facilite el entendimiento.
Asimismo, al hablar de programación tenemos la posibilidad de ajustar el uso de este término según el contexto por la amplitud de su significado: de ahí que se haya popularizado la idea de “lenguaje de programación”.
Esta expresión es propia del ámbito informático y describe a un sistema artificial de comunicación que se diseña con el propósito de lograr que un ordenador o computadora pueda descifrar el mensaje para ejecutar un determinado programa o llevar a cabo un proceso específico.
Dentro del conjunto de los lenguajes de programación existen numerosas variantes que se diferencian entre sí por los alcances y particularidades que posee cada uno. El denominado lenguaje de alto nivel, por ejemplo, ofrece algoritmos avanzados que pueden ser descifrados por el hombre, así como hay también lenguajes de bajo nivel (en los cuales influyen el espacio disponible y los componentes del equipo) y de nivel medio (menos básicos que los simples pero no tan evolucionados como los que se catalogan como de nivel alto).
Claro que, más allá de los mencionados en el párrafo anterior, se han creado los lenguajes de propósitos generales; otros considerados como de tercera y de cuarta generación; lenguajes específicos de dominio; lenguajes de programación multiparadigma y lenguajes orientados a objetos, entre muchos otros que le ofrecen a los programadores una amplia gama de alternativas para trabajar.